EL SIGNO LITÚRGICO

EL SIGNO LITÚRGICO

La liturgia es un diálogo entre Dios y su Pueblo: Dios anuncia y ofrece al hombre su salvación, a la vez que le invita a aceptarla; el hombre, por su parte, escucha ese mensaje y responde afirmativamente a la oferta salvífica que se le propone.

Pero la liturgia no es sólo diálogo; es también acción: Dios actúa y el hombre se compromete. Esta acción divina y el correlativo compromiso humano se realizan sobre todo en los sacramentos, signos privilegiados del encuentro del hombre con Dios en Cristo, puesto que comunican infaliblemente la salvación (significando causant). Sin embargo, existen otros signos litúrgicos, como los sacramentales y ciertos gestos y actitudes del hombre. Más aún, en cierto modo toda la liturgia es un signo. Signos son, en efecto, la comunidad reunida, el obispo que preside la celebración, los ministros que cumplen su oficio, el tiempo —con su retorno diario, semanal y anual—, los objetos y lugares de culto, etcétera.

Esta realidad tiene su fundamento en el carácter sacramental de la Encarnación, gracias a la cual la Humanidad de Cristo se convirtió en signo visible de la Divinidad (protosacramento); y en el carácter sacramental de la Iglesia, signo visible y eficaz de la salvación obrada por Cristo (sacramento universal de la salvación). Brota, además, de la condición de la naturaleza humana, que se remonta a las realidades invisibles a través de las visibles. Y, finalmente, del modo en que se ha desarrollado la historia de la salvación, en la cual Dios ha entrado en comunión con los hombres a través de signos sensibles y eficaces. Basta pensar en el Mar Rojo, en el maná, en la serpiente de bronce, y en los milagros del ciego de nacimiento y del sordomudo.

Este enraizamiento de los signos litúrgicos en la historia de la salvación explica que muchos de ellos sean bíblicos y que la Sagrada Escritura aporte los elementos necesarios para su recta comprensión. Por otra parte, dado que la Sagrada Escritura ha formado y fortalecido la mentalidad cristiana, casi todos los signos litúrgicos tienen una cierta inspiración bíblica. Aquí radica la explicación del recurso constante de los Santos Padres a la Biblia para encontrar en ella la tipología de los sacramentos —especialmente del Bautismo y de la Eucaristía— y de otros signos litúrgicos.

Los signos litúrgicos son símbolos

A) Naturaleza del signo en general


El humo no es fuego pero indica que hay fuego.
Signo es aquello gracias a lo cual una realidad orienta hacia otra distinta. Tal es el caso, por ejemplo, del humo, que descubre la existencia del fuego.

En todo signo existe siempre un doble elemento: lo significado y el significante. El primero es más importante en el plano ontológico; pero el segundo lo es en el plano cognoscitivo; ambos, sin embargo, están inseparablemente unidos, pues el signo sólo es posible por la conjunción de ambos.

Esta inseparabilidad origina las relaciones que existen entre ellos. El significante manifiesta y oculta, a la vez, al significado, tiene una semejanza con él y es más imperfecto; el significado, por su parte, es conocido gracias al significante, pues, estando más próximo a nosotros, nos conduce a él, nos lo revela y nos permite insertarnos en él.

B) Los signos litúrgicos son símbolos


Los signos convencionales dependen exclusivamente de la voluntad humana.
Los signos son de tres clases: naturales, convencionales y simbólicos. Los primeros están fundados en la misma naturaleza de las cosas (el humo orienta al fuego por el hecho de ser humo); los convencionales dependen exclusivamente de la voluntad humana (la bandera de una nación, la señal de stop); y los simbólicos dependen de la voluntad, pero tienen un fundamento en la realidad de las cosas (el agua del Bautismo purifica por voluntad de Cristo; pero la naturaleza del agua conlleva la idea de purificación).

Los signos litúrgicos no son naturales ni meramente convencionales: son símbolos. Cristo —y luego la Iglesia— al conferir la naturaleza simbólica a los signos litúrgicos, ha institucionalizado su modo salvífico de obrar mientras vivió en la tierra, pues frecuentemente realizaba los milagros partiendo de signos naturales que hablaban a los presentes: barro, saliva, agua, etcétera; ha tomado en consideración la naturaleza humana, que llega a lo invisible a través de lo visible y capta lo suprasensible por medio de lo sensible; y ha sido fiel a la dinámica de la Encarnación («gracias al misterio de la Palabra hecha carne..., conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleva al amor de lo invisible»; Prefacio I de Navidad), pues la Encarnación de la Palabra ha hecho posible la plena revelación y el subsiguiente conocimiento del Dios invisible y trascendente.


"Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre" (Jn. 14,7)

Dimensiones del signo litúrgico

Los signos litúrgicos no son profanos sino religiosos. En concreto, significan la salvación que Dios realiza en Cristo, por la Iglesia, con los hombres (es decir: la gracia) y el culto que los hombres tributan a Dios. «Los sacramentos, dice el Vaticano II, están ordenados a la santificación de los hombres... y a dar culto a Dios» (SC, 59). Por eso, el signo litúrgico tiene siempre esa doble dimensión: cultual y santificadora, aunque en algunos resalta más uno de los aspectos (vg. en la Penitencia resalta más el aspecto de santificación; y en la Eucaristía el de culto).

Esta doble vertiente confiere al signo litúrgico carácter demostrativo, en cuanto que el culto y la santificación son realidades presentes. Además, como uno y otra fueron realizados por Cristo en su misterio pascual, el signo litúrgico tiene también carácter rememorativo. Por otra parte, dado que la santificación y el culto actuales son prefiguración y anuncio de la santificación y culto perfectos y definitivos de la Jerusalén Celeste, hacen del signo litúrgico un signo prefigurativo. Finalmente, como quiera que participar en el culto y en la salvación de Cristo obliga a configurar la propia vida con las exigencias que ello comporta, el signo litúrgico entraña un compromiso moral de futuro y tiene un carácter empeñativo (de compromiso).

Clases de signos litúrgicos

Los signos litúrgicos se agrupan en dos grandes bloques: sacramentales y no sacramentales. Los primeros se identifican con los siete sacramentos, cuya institución, naturaleza y eficacia tienen origen divino y no pueden ser alterados substancialmente por la Iglesia, aunque ésta haya recibido de Cristo ciertos poderes sobre la estructura del signo sacramental de algunos sacramentos (vg. de la Confirmación). Los signos no sacramentales son todos los demás.

Por ahora no tocaremos los signos sacramentales ni los cuasisacramentales—de los que se tratará ampliamente en otro momento —, podemos distinguir cuatro clases de signos litúrgicos:


J. A. Abad Ibáñez, M. Garrido Bonaño O.S.B. Iniciación a la liturgia de la Iglesia Madrid: EDICIONES PALABRA

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