Actitudes litúrgicas más importantes.
Las principales actitudes que adoptan quienes participan en la liturgia son éstas: de pie, de rodillas, sentados, inclinados, postrados y marchando en procesión.
Significa la libertad de los hijos de Dios, liberados del pecado. El cristiano puede estar de pie delante de Dios, porque es su Padre. Es la parresía de los griegos: «nos atrevemos a decir: Padre nuestro». También es signo de alegría; de hecho, los primeros cristianos oraban de rodillas como señal de tristeza y penitencia. Incluye el simbolismo de respeto y de la espera del retorno definitivo del Señor y de la eterna bienaventuranza.
Es la actitud característica del ministro que sirve en el altar, y sobre todo, del sacerdote que celebra la Eucaristía.

• Sentados . Estar sentado es la actitud que adopta el maestro que enseña o el jefe que preside. De ahí arranca el hecho de que el obispo tenga una cathedra o sede desde donde preside y enseña.

Actualmente los fieles se sientan durante las lecturas, los cantos meditativos y la predicación. En esos momentos simboliza la actitud del discípulo que escucha lo que Dios le dice. En cambio, cuando el obispo —o el sacerdote— se sienta en la cátedra para predicar, es signo de la autoridad magisterial que éste tiene y ejerce en nombre de Cristo, Supremo Maestro.
A veces, la actitud de estar sentado, tanto en el caso de los fieles como en el de los ministros, no tiene ningún simbolismo: es una actitud de comodidad o que sirve para guardar un silencio meditativo.

Es signo de veneración, respeto y humildad. El carácter penitencial que tenía la inclinación profunda, ha sido descartado de la liturgia actualmente en uso.
Hay dos clases de inclinación: de cabeza y de cuerpo. Limitándonos a la Misa, la primera se realiza cuando se dicen los nombres de Jesucristo, de María y del santo en cuyo honor se celebra la fiesta. La inclinación del cuerpo —o inclinación profunda— se hace al altar, cuando no hay Sagrario conteniendo el Santísimo Sacramento; en las oraciones Munda cor meum e In spiritu humüitatis; durante las palabras «se encarnó de María Virgen y se hizo hombre» del Credo, excepto los días de Navidad y de la Anunciación, en los que se hace genuflexión; etcétera. El diácono también adopta esta actitud cuando pide la bendición antes de proclamar el Evangelio.
La genuflexión —doblar la rodilla— es una variante de la inclinación. No se practica en Oriente, y en Occidente fue introducida al comienzo de la Edad Moderna (s. XVI). En la Misa, el ministro adopta esta actitud en tres momentos: después de la elevación de la Sagrada Hostia, después de la elevación del Cáliz y antes de comulgar. Cuando el sagrario está en el presbiterio y contiene el Santísimo, se hace genuflexión antes y después de la Misa y cuantas veces se pasa delante del sagrario. En estos casos es signo de respeto y adoración. También tiene el mismo simbolismo cuando se usa ante el Santísimo expuesto o reservado.

Actualmente es una actitud excepcional, pues se reserva a quienes reciben una consagración definitiva de manos del obispo: los ordenados in sacris y los diáconos, las vírgenes, los abades. También pueden hacerla el sacerdote y el diácono al comienzo de la solemne acción litúrgica del Viernes Santo.
Es signo de humildad y penitencia.

Además, hay procesiones excepcionales unidas al año litúrgico, como la del Domingo de Ramos y la del Corpus Christi, o a circunstancias particulares de la vida de la Iglesia, por ejemplo, la de una comunidad parroquial el día de la festividad de su titular o de una rogativa.
La procesión simboliza, principalmente, el carácter pere- gnnante de la Iglesia. También, a veces, es un signo muy expresivo de fe y devoción.
Tanto los gestos como las actitudes han de realizarse con dignidad, verdad y sentido de lo sagrado, sin afectación ni teatralidad y huyendo tanto de la rigidez como del sentimentalismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario