EL BAUTISMO DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL SIGLO XVI

EL RITUAL DEL BAUTISMO DE ADULTOS DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL SIGLO XVI

Este período comprende tres momentos: el bautismo antes de la institución catecumenal; el nacimiento y cénit del catecumenado; y el declive de dicha institución.

1. El bautismo antes del nacimiento del catecumenado

A) Comunidades apostólicas

El amplio dossier escriturístico sobre el Bautismo no presenta un esquema completo ni fijo de la liturgia del primer sacramento de la iniciación cristiana, tal y como se practicaba en las primeras comunidades fundadas por los Apóstoles. Más aún, no hay ni un solo texto donde se describa toda la liturgia bautismal. Sin embargo, es posible reconstruir los rasgos fundamentales tanto del rito propiamente tal como del prebautismo y posbautismo.

El prebautismo. Desde los mismos orígenes el Bautismo aparece como el término de la evangelización, bien se trate de judíos (Hech 2, 4 ss), samaritanos (Hech 8, 35-39) o de los prosélitos (Hech. 8, 12, 16, 38). La evangelización tenía como contenido fundamental el anuncio kerigmático de la persona y obra de Jesucristo, especialmente de su muerte y resurrección salvadoras, y suscitaba la fe y el arrepentimiento de los pecados. Las líneas maestras de este kerigma debieron fijarse muy pronto en una especie de prontuario, de acuerde con el esquema de Hechos, 2, 14 40; 3, 12-25; 8, 31-38.

¿Se puede constatar la existencia del catecumenado en esta etapa apostólica? Parece que la respuesta adecuada es ésta: el catecumenado existe como realidad vivida, no como institución codificada. La Iglesia, en efecto, exigía dos condiciones fundamentales para conceder el Bautismo: la fe y la conversión, que suscitaba y llevaba a plenitud mediante la predicación kerigmática; una cierta preparación catequética; la renuncia a la idolatría; la aceptación de la fraternidad cristiana. Sin embargo, estos elementos no serán institucionalizados hasta el siglo II.

El bautismo. Siguiendo el mandato del Señor (Mt. 28,19), los Apóstoles culminan el proceso evangelizados bautizando «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». El rito bautismal es muy simple: inmersión —total o parcial— en agua viva, con la invocación epiclética de las tres divinas Personas. No está definitivamente resuelto si la praxis primitiva consistía o no en una inmersión. Los que se inclinan por una respuesta afirmativa aducen como argumentos el modo con que Jesucristo fue bautizado (Mt. 3, 13-17; Mc. 1, 9-10; Lc. 3, 21-22), la descripción del rito como lavado (1 Cor. 6, 11) o baño (Ef. 5, 26) y el simbolismo de la sepultura (Rm. 6, 4; Col. 2, 12)). Otros, en cambio, no se atreven a afirmar si son realidades teológicas o litúrgicas el lavado-baño, el descender-ascender, etc., que aparecen sobre todo en San Pablo.

En cambio, hoy es unánimemente rechazada la tesis racionalista de la teología liberal, que hace derivar el Bautismo cristiano de la praxis gnóstica o de las religiones mistéricas, pues arranca de planteamientos falsos y anticientíficos. El contexto, en efecto, del Bautismo cristiano no es el sostenido por los racionalistas sino el ambiente judío, del que proceden tanto Jesús corno sus discípulos y la casi totalidad de los primeros cristianos. Ya en el Antiguo Testamento son abundantes los textos que se refieren a baños y lavatorios rituales de objetos y personas. En tiempos de Jesucristo es posible que todavía existiese al bautismo de los prosélitos y existían, ciertamente, tanto el de la secta de Qumrán como el del Bautista. El mismo Jesucristo recibió el bautismo de Juan, aunque como signo de su mesianidad.

También hoy es ya un dato adquirido el hecho de que la aparición del Bautismo cristiano en un contexto judío bautismal no hipoteca su originalidad. De hecho, el bautismo judío consistía en autoabluciones y era normalmente reiterable; en cuanto al bautismo de los prosélitos no hay unanimidad de que existiera en tiempos de Cristo y, además, formaba parte de un conjunto de ritos: la circuncisión, el baño de inmersión y el sacrificio; el de Qumrán era reiterable; y el de Juan no agregaba al nuevo Pueblo de Dios, no se confería en el nombre de Jesús, no consagraba a la Trinidad ni implicaba la donación del Espíritu Santo, características propias del Bautismo cristiano.

El ministro suele ser un Apóstol (Hech. 2, 41 y 4, 4); pero también bautizan los diáconos (Hech. 8, 12-16) o un encargado (1 Cor. 1, 14). Esto demuestra que lo decisivo no era la persona que bautizaba sino en el nombre de quien se confería el Bautismo.

El posbautismo. Al Bautismo sigue, inmediatamente (Hech. 19, 1-7) o con un intervalo de tiempo (Hech. 8, 14-17), el rito de la imposición de manos (Hech. 8, 14-17), realizado por un apóstol (Ib.). Sigue también la agregación a la comunidad cristiana y la participación asidua en la Eucaristía (Hech. 2, 42-46); la asistencia a la instrucción de los Apóstoles (Hech. 2, 46), sea ésta de tipo mistagógico (1 Pd), catequético (cartas en general) u homilético (Hech. 20, 7-11), y la práctica fervorosa de la nueva vida originada en el Bautismo (Hech. 2, 46; 4, 32-37), que pronto incluye la persecución (Hech. 8, 1 y 19, 23) y hasta el mismo martirio (Hech. 7, 58).

En el Nuevo Testamento hay, pues, cuatro grandes coordenadas bautismales: predicación, fe, Bautismo, nueva vida.

B) Comunidades judeo-cristianas

a) La Didaché

Según la Didaché (7, 1-4), que presenta una de las descripciones más antiguas del rito bautismal, antes del Bautismo existe: a) una catequesis sobre las dos vías y b) un ayuno del bautizando, del ministro y de algunos miembros de la comunidad cristiana. El rito bautismal es en agua viva y por inmersión (al estilo del de Juan Bautista). Excepcionalmente se admite la ablución en agua "no viva". En uno y otro caso se emplea la invocación trinitaria. Se alude a la triple inmersión. Conviene notar, sin embargo, que si la catequesis previa, la fórmula trinitaria y el agua viva son elementos tradicionales, las precisiones sobre el agua (viva-no viva, fría-caliente) y el modo de bautizar (inmersión-ablución), parece que apuntan a un estado de cosas bastante evolucionado y de origen tardío.

b) Las Odas de Salomón

Las Odas de Salomón —conjunto de cuarenta y dos himnos del siglo II, y probablemente de la primera mitad— aluden frecuentemente a la doctrina y liturgia del Bautismo. Desde el punto de vista ritual, los puntos más destacables son éstos: existe una catequesis bautismal (4, 25, 36); el Bautismo es por inmersión, la cual se concibe como un descenso a los infiernos y una liberación de la muerte; las aguas bautismales son aguas vivas o el lugar donde Cristo venció al demonio. Se habla frecuentemente de la sfragis (8, 16), la cual puede entenderse tanto en sentido teológico como litúrgico, que es el más probable. La mención de la corona (1, 15, 23) quizás haga alusión a un rito posbautismal, que habría desaparecido posteriormente por temor a interpretaciones idolátricas. Esa corona simboliza a Cristo. Hay alusiones a una vestidura blanca.

Las Odas sugieren la existencia de una catequesis mistagógica, en la que recurren temas bíblicos muy conocidos: el Mar Rojo, el Templo, la Circuncisión (39, 9-10; 4, 3; 11, 2; 25, 8).

La Didaché y las Odas muestran una clara continuidad y un progreso respecto a los datos neotestamentarios.

C) Comunidades de la gentilidad

a) Padres Apostólicos

Los Padres Apostólicos no ignoran el Bautismo, pero hablan muy poco de él en forma explícita. San Ignacio de Antioquía, en la carta a los Magnesios (5, 2), habla de la sfragis; y en la de los Efesios (18, 2), de ungüentos. No hay que descartar que se trate de ritos bautismales, aunque pueden referirse a la teología del Bautismo.

b) San Justino

San Justino nos ha dejado un precioso testimonio sobre la praxis bautismal de la iglesia romana (quizás también de las Iglesias de Oriente), que siendo substancialmente idéntico al de la época apostólica, ha sufrido algunas ampliaciones.

Antes del Bautismo hay una preparación remota, que incluye el anuncio kerigmático de la persona y obra de Cristo, una respuesta de fe y la promesa de vida cristiana; y una preparación próxima de carácter ascético-litúrgico en la que existe una instrucción del bautizado, y el ayuno de éste y de la comunidad cristiana (Ap. I, 61, 2). Está más desarrollada la renuncia a Satanás y la adhesión a Cristo (Ap. I, 49, 5).

El Bautismo —que se administra en un «lugar donde hay agua» (Ap. I, 61, 3), probablemente antes del amanecer del domingo (Ap. 1,67, 3)— es por inmersión y con la invocación trinitaria (Ap. I, 65, 3).

Al Bautismo sigue la participación inmediata en la Eucaristía, junto con los demás miembros de la comunidad cristiana (Ap. I, 65) y, posteriormente, la participación asidua en la Eucaristía dominical; una catequesis permanente; la vivencia de la caridad fraterna (Ap. I, 67, 1-3); y el testimonio de vida cristiana, sencillo pero coherente (Carta a Diogneto, V-VI), que con frecuencia provoca la persecución y el martirio (Ibidem).

2. El nacimiento y cénit del catecumenado

Según el testimonio de Tertuliano, Orígenes y la Traditio de Hipólito, a finales del siglo II y principios del III, la liturgia bautismal evoluciona con gran pujanza y adquiere un notable desarrollo.

A. Tertuliano (155-c. 220)

Tertuliano habla del catecúmeno —es «qui venit ad Chrístum, ad Ecclesiam»— como distinto del fiel; incluso emplea el término auditor y audiens, aunque no indica con ellos diversas categorías de catecúmenos. Existen ya los doctores audientium o encargados de enseñar a los catecúmenos. Esta preparación catequética es tan importante, que Tertuliano excluye a los niños del Bautismo por su incapacidad para practicarla. Durante el catecumenado tiene lugar la renuncia a Satanás.

Aunque Tertuliano expone la oración dominical, no hay ningún indicio de un rito catecumenal consistente en la «traditio orationis dominicae». En cambio, hay constancia de que el catecúmeno participaba en la liturgia de la Palabra, y se entregaba a la oración, ayunos y vigilias. Se le exigía una seria vida moral (diversos capítulos del De Praescpt, especialmente el VI). Incluso no hay que descartar una explícita abjuración de la idolatría.

El rito bautismal —descrito en el De Baptismo 6 y comentado en el De Baptismo 7.8— ha sufrido notables ampliaciones:

—Renuncia a Satanás.

—Triple inmersión y triple interrogación, a la que el candidato responde creo (es la primera atestación explícita sobre la confesión de fe, en la cual se expresa la regla o símbolo de la fe).

—Unción posbautismal, con sentido sacerdotal y real (De Bapt. 7, 1-2).

—Marca de la tau, simbolizando la pertenencia del bautizado a Cristo y su alistamiento en el ejército de Dios (Ad Marc. 3, 22).

—Imposición de las manos (Confirmación). Aunque Bautismo y Confirmación son sacramentos distintos, forman parte de un todo: la iniciación cristiana.

Son ministros del Bautismo el obispo, el presbítero y el diácono, y los laicos en caso de necesidad. El Bautismo puede conferirse en cualquier tiempo, pero es Pascua el día bautismal por antonomasia.

Después del Bautismo hay que seguir velando y luchando para vivir la nueva vida.

B. Orígenes (185-253)

En tiempo de Orígenes comienza a organizarse el catecumenado en Oriente. De él forma parte el «grupo especial de los que han entrado recientemente y todavía no han recibido el sacramento de la purificación».

El catecumenado incluye dos aspectos complementarios: la conversión moral y el conocimiento de ios primeros elementos de la fe. Estos «primeros elementos» —que estaban reunidos en un símbolo de fe y que, en fórmulas breves, contenían una síntesis de todo el misterio cristiano— eran la base del programa catequético y preparaban la fe bautismal.

El rito del Bautismo comprendía una renuncia a Satanás y un compromiso —mediante la recitación del símbolo— de seguir a Cristo; triple interrogación (una por cada persona trinitaria) y triple inmersión; y una unción posbautismal con óleo.

Después del Bautismo los neófitos recibían la mistagogia.

C. La Tradición Apostólica (c. 215)

La Tradición Apostólica presenta un estado de cosas muy desarrollado, según se desprende de los cap. 16-21. El esquema bautismal es éste:

A) Examen previo de «moralidad de vida».

B) Inscripción del nombre y entrada en el catecumenado, que tiene dos estadios: el audientado y el competentado.

C) Los audientes —o grupo que se prepara remotamente al Bautismo— se dedican a la formación doctrinal durante tres años (a no ser que haya un aprovechamiento especial, en cuyo caso se abrevia) y a la conversión moral. Formando un grupo aparte, participan en la liturgia de la Palabra de la Misa, sin saludarse con el ósculo de paz. Al final de este período sufren un examen de vida cristiana, en el que es decisivo el testimonio de quienes han presentado al catecúmeno. Si el resultado es positivo, pasan al grupo de los electi.

D) Los electi —o grupo de catecúmenos que se preparan a recibir el Bautismo en la próxima Vigilia Pascual— «oyen el Evangelio» y reciben diariamente una imposición de manos de carácter exorcístico. Los catecúmenos reciben un baño especial el jueves y ayunan el viernes anterior a la Pascua. El sábado por la mañana hay una reunión en el lugar del bautismo, presidida por el obispo, con oración e imposición de manos del obispo sobre los catecúmenos arrodillados, exuflación en el rostro y signación en la frente, oídos y narices (con sentido de exorcismo).

E) Al final de la Vigilia Pascual —«en el momento en que el galo canta»— el catecúmeno recibe los sacramentos de la iniciación cristiana. Se procede así:

—Bendición de la fuente bautismal.

—Renuncia a Satanás en forma afirmativa y con una sola fórmula. —Unción con el óleo del exorcismo.

—Triple inmersión y triple profesión de fe (en forma interrogativa). —Unción con el óleo de la «acción de gracias» realizada por el presbítero.

Sigue la Confirmación —que es un rito muy simple— y la participación en la Eucaristía, en la que los neófitos comulgan bajo las dos especies.

La Tradición Apostólica concluye con estas palabras: Después de todo esto, «cada uno se aplicará a hacer obras buenas, a agradar a Dios, a llevar una vida digna y a ser celoso por la Iglesia, haciendo lo que ha aprendido y progresando en la piedad».

D. Teología bautismal

En la reflexión teológica, estimulada por la catequesis, el Bautismo aparece como un sacramento que: a) purifica de los pecados y permite participar en la Eucaristía; b) arranca de la muerte y del error; y es: c) muerte al pecado y curación del alma; d) nueva creación y baño regenerativo; e) don del Espíritu; f) transformación interior y recuperación de la imagen perdida; g) iluminación en Cristo y en el Espíritu y «sello» de la fe para la vida eterna; i) liberación y configuración con Cristo; h) e incorporación a la comunidad.

3. Declive del catecumenado (ss. IV in fine-V)

Con el triunfo definitivo de la Iglesia, tras la paz constantiniana, las conversiones se hacen relativamente masivas y se impone, más que nunca, un período de preparación sólida antes de recibir el Bautismo. Con ello el catecumenado cobra, en el plano teórico, progresiva importancia. Sin embargo, en la práctica inicia su declive, ya que el excesivo número de candidatos al Bautismo hace que la Iglesia se preocupe no tanto de los simples catecúmenos cuanto de los que van a recibir pronto las aguas bautismales (electi/competentes). Además, muchos preferían dilatarlo indefinidamente y no dar el paso. La preparación tenía lugar en la cuaresma, tiempo en el que se intensificaba la instrucción moral y doctrinal a través de numerosas sesiones, que servían para preparar las tradiciones (entregas) y redditiones (devoluciones) del Credo y del Padre Nuestro. El organigrama bautismal de Occidente está descrito por San Ambrosio y sobre todo por San Agustín; el de Oriente, por Eteria, S. Cirilo de Jerusalén y San Juan Crisóstomo, entre otros. Veamos el modo de proceder en Occidente.

A. San Ambrosio

Según San Ambrosio, sobre todo en su tratado mistagógico De mysteriis (a. 387-391), el día de Epifanía tiene lugar la inscripción del nombre. Desde ese momento, los «competentes» recibían todos los días una instrucción sobre «patriarcharum gesta, vel proverbiorum praecepta» (De mysteriis, 1, 1). Un domingo de cuaresma se realizaba la «traditio symboli».

El sábado santo se hacía la «apertio aurium» (De myst, 1, 3) o «epheta», rito en que el obispo tocaba las orejas y las narices del catecúmeno. Se desconoce si se usaba saliva u óleo y cuál era el significado preciso, ya que San Ambrosio no habla de ello ni ofrece una explicación suficiente del rito.

Los catecúmenos entraban en el bautisterio, donde eran ungidos con óleo —probablemente en todo el cuerpo, como en Oriente— y hacían una doble renuncia: al diablo (diabolo), al mundo en sentido joánico (saeculo) y a la lujuria (voluptatibus).

El esquema bautismal ambrosiano es muy fragmentario, puesto que el santo obispo milanés habla a neófitos, no a catecúmenos.

B. San Agustín

San Agustín es mucho más completo. Siguiendo su De catequezandis rudibus y varios de sus sermones, podemos reconstruir el rito bautismal y la preparación remota y próxima del mismo.

a) Preparación remota

La preparación remota incluía la inscripción, la signación, los exorcismos, la imposición de manos y la imposición de la sal.

La inscripción. El catequista, diácono o presbítero, se cerciora de la rectitud de intención del candidato. En caso positivo es inscrito como catecúmeno.

La signación. San Agustín, que habla frecuentemente de esta señal y la llama «sacramentum crucis»,8, relaciona este signo con la Eucaristía y el Bautismo («Habes Christum perfidem, signum, baptismum, altaris cibum y potum»: In Joan. 50, 32). El simbolismo del rito es claro: la cruz es el nuevo distintivo del cristiano.

Exorcismo e imposición de manos. El primer exorcismo es la exuflación. El rito se realiza, incluso con los niños, «para que sean librados del poder de Satanás y situados en el reino del Salvador y de Dios». Los exorcismos se repiten con frecuencia en los adultos y niños.

La imposición de las manos incluye también alguna santificación.

Imposición de la sal. Algunos creen que se trata de pan con sal y sería "pan de exorcismo". Otros apuntan hacia el rito que prevaleció posteriormente, es decir, a unos granos de sal. San Agustín lo relaciona con la Eucaristía, por lo que vendría a ser un anticipo de la misma. Quizás signifique también que en adelante el catecúmeno debe impregnarse de la sabiduría de Dios, que da el verdadero sabor a la vida y preserva de la corrupción del pecado.

b) Preparación próxima

La preparación próxima incluía: a) los exorcismos, b) las traditiones del Símbolo y del Padre Nuestro y c) los últimos ritos prebautismales. A ello se añadía la formación que recibían los competentes, que, sin ser tan extensa como en la época áurea del catecumenado, era bastante profunda.

Instrucción doctrinal. En tiempos de San Agustín el catecumenado no parece que dure más de dos años, salvo en los casos especiales. Durante ese tiempo los catecúmenos recibían una cierta instrucción doctrinal; ésta se intensificaba en la cuaresma, tiempo de estricta preparación al Bautismo que se recibiría en la próxima Pascua. La instrucción tenía lugar tanto en las celebraciones litúrgicas como fuera de ellas.

La catequesis versaba sobre el Símbolo, el Bautismo y la ley moral, estando muy fundamentada en la Sagrada Escritura. En el De catechizandis rudibus insiste San Agustín en la necesidad de emplear un buen método catequético y traza las líneas maestras del mismo, las cuales siguen siendo fundamentalmente válidas aún hoy día.

Los exorcismos. En el Sermo 216 habla San Agustín de los exorcismos que se hacían sobre los catecúmenos, para expulsar la acción diabólica. Se realizan de distinta forma: imponiendo las manos, por exuflación (signo despreciativo) y por inhalación (signo interiorizativo).

La traditio symboli. San Agustín tiene cinco sermones sobre la fe (212, 213, 214, 215 y el Sermo de symbolo ad cathecumenos); los cinco fueron pronunciados para ayudar a los catecúmenos a entender y aprender el Símbolo.

Sin embargo, San Agustín dice pocas cosas sobre el rito de la traditio symboli: se oye, no se escribe (Sermo 214), a no ser en el corazón (Sermo 212); en un momento determinado, previa una alocución, se recita ex integro, sin ninguna interrupción (Sermo 214).

La traditio orationis dominicae. Las tres primeras peticiones de la oración dominical las refiere San Agustín a la vida eterna, y las otras cuatro, a la vida presente. Con todo, unas y otras son necesarias para conseguir la vida eterna. Sobre el día en que tenían lugar la traditio y redditio del Símbolo y de la oración dominical no hay nada cierto, aunque es probable que el sábado anterior al domingo Laetare tuviera lugar la traditio y a los ocho días la redditio.

Las renuncias. La renuncia al «diabolo, pompis et angelis eius» (Sermo 215, 1), tenía lugar, probablemente, antes de entrar en el bautisterio, siendo el último rito prebautismal. San Agustín no menciona expresamente la «apertio aurium», aunque tiene algunas alusiones al rito.

El significado del rito es claro, si bien hay que precisar que pompa no sólo se refiere, como en Tertuliano, a los espectáculos paganos (bien se trate del culto a los demonios o al esplendor del teatro y del circo), sino también a los deseos de la carne y de los ojos, y a la soberbia de la vida (Sermo 3, 1).

C. La reflexión teológica

Por influjo de los Padres de Oriente y de Occidente, la reflexión teológica alcanza un fuerte desarrollo. Sus líneas fundamentales giran en torno a estas tres cuestiones: a) la tipología bautismal, b) la eficacia sacramental del Bautismo y c) su dimensión cristológica y eclesiológica.

La tipología bautismal se caracteriza porque explica el Bautismo desde tres perspectivas: su anuncio (ciclo del Génesis: Adán, el Paraíso, las aguas de la creación, el diluvio, etc., y ciclo del Éxodo: Moisés, liberación de Egipto, paso del Mar Rojo etc.), su realización en Cristo (el bautismo en el Jordán, nuevo Adán, nueva y definitiva Pascua) y la praxis eclesial (el agua es verdaderamente salvadora, pues comunica la salvación del misterio pascual).

Gracias a la reflexión de San Agustín, la cuestión de la eficacia sacramental del Bautismo queda esclarecida en un punto transcendental: aunque el Bautismo presupone la fe del sujeto adulto, la fe bautismal no es causada ni por el sujeto ni por las disposiciones subjetivas del ministro. En el caso de los niños, éstos son bautizados en la fe de la Iglesia, que actúa como madre que acoge y engendra nuevos hijos.

En cuanto a las dimensiones cristológica y eclesiológica, el Bautismo aparece como un acto de Cristo («cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza», dice San Agustín) y como un sacramento que hace la Iglesia y, a la vez, hace a la Iglesia: la Iglesia, engendrando nuevos hijos, se recrea a sí misma.

4. El catecumenado como institución ritual

A. Siglos V in fine-VII

Durante el siglo VI tienen lugar dos hechos importantes para la iniciación cristiana: la ruptura de su unidad —al desgajarse con mucha frecuencia la Confirmación del Bautismo— y la desaparición del catecumenado como institución de larga duración. Ambos hechos están en íntima conexión con el Bautismo, dando lugar, de una parte, a que en las comunidades cristianas ubicadas fuera de las ciudades se confieran el Bautismo y la Confirmación separadamente; y, de otra, que, al ser mucho más numerosos los bautismos de niños que los de adultos, haya una mutación tan fuerte en la institución catecumenal, que ésta se reduzca fundamentalmente a una preparación ritual mediante exorcismos y escrutinios.

Testigos de esta evolución son —por lo que se refiere a la Liturgia Romana— la carta del diácono Juan y, sobre todo, el sacramentarlo Gelasiano y el Ordo Romano XI.

a) la carta de Juan, diácono (c. 500)

Según la carta del diácono Juan a su amigo Senaro, magistrado de Ravena, los simples catecúmenos pasan a ser electi con la traditio symboli. Los electi se someten a tres escrutinios —que Juan interpreta erróneamente como exámenes de fe y de doctrina religiosa, y no en sentido exorcístico—, que tienen lugar antes de Pascua; en el último se realiza la renuncia a Satanás, la apertio aurium et narium y la unción en el pecho. El rito de la apertio significa la apertura del catecúmeno a la fe (aures) y al buen olor de Cristo, en contraposición al mal olor que producen las «pompas diaboli» (nares). La unción del pecho, sede del corazón, simboliza el seguimiento in corde, es decir, fiel y decidido de Cristo.

b) El Gelasiano

Según el libro primero del Gelasiano, donde se encuentran elementos de gran antigüedad, el catecumenado, que ya no aparece como tiempo de prueba, gira en torno a tres momentos: la admisión, la preparación próxima y la renuncia a Satanás.

Como ritos de admisión el Gelasiano señala la inscripción del nombre, la signación, la imposición de la sal. Los ritos de preparación son: tres exorcismos, que se hacían en tres sesiones distintas, tres traditiones: las de los Evangelios, del Símbolo y de la oración dominical La renuncia a Satanás tenía lugar el sábado santo por la mañana: los infantes hacen la redditio del Símbolo y del Padre Nuestro, hay imposición de manos, el rito del epheta y la renuncia.

c) El Ordo Romanus XI

La evolución es tan rápida, que en la segunda mitad del siglo VI la preparación bautismal se centra en los niños y consiste en la disciplina de los siete escrutinios. El primero se realizaba el miércoles de la tercera semana de cuaresma y en él se hacía la inscripción del nombre, la signación, la imposición de la sal, la signación de padres y padrinos y acólito. El segundo era idéntico al anterior y se hacía el sábado de la tercera semana. El tercero, que tenía lugar durante la cuarta semana de cuaresma, añadía al primero las traditiones del Evangelio, Símbolo y Padre Nuestro, que se hacían después de las lecturas. Los escrutinios cuarto, quinto y sexto eran iguales que el primero y se realizaban durante la quinta semana de cuaresma (cuarto y quinto) y la semana inmediata a la Pascua. El séptimo tenía lugar el sábado santo por la mañana y en él se realizaban la apertio aurium et narium y otros ritos.

Como se advierte, los escrutinios segundo, cuarto, quinto y sexto son mera repetición; sólo el primero, tercero y séptimo —que son los tradicionales— presentan alguna evolución respecto al Sacramentario Gelasiano. El número septenario se ha elegido por el simbolismo de los siete dones del Espíritu Santo.

B. Siglos VIII-IX

El Sacramentario Gregoriano que el Papa Adriano envió a Carlomagno hacia el 790, presenta una estructura muy simplificada, hasta el punto de que del antiguo tercer escrutinio han desaparecido las traditiones del Símbolo y del Padre Nuestro, conservándose la de los Evangelios, porque no exige respuesta.

Al final de este período, aunque existen los términos catecúmeno y competente en los ritos, ya no indican diversos estadios y nada impide pensar que los ritos eran continuos, a poder ser dentro de la Vigilia Pascual. El esquema es el siguiente: (catecumenado) nombre, exuflación, exorcismo, imposición de la sal; (competentado) entregas del evangelio, Símbolo, oración dominical y exorcismos; (ritos bautismales) epheta, unción en el pecho y en la espalda, renuncias, preguntas sobre la fe y ablución bautismal; y (conclusión) unción con el crisma, imposición del vestido blanco, los otros dos sacramentos de la iniciación.

C. Siglos X-XVI

En el siglo X, el Pontifical Romano-Germánico —escrito en Maguncia hacia el 950— incluye el Ordo XI con algunas añadiduras. Ha sido editado por Andrieu con el nombre de Ordo L. Aunque esto podría hacer pensar que en este siglo se reinstaura la praxis de los siete escrutinios, no ocurre así, pues se trata de un Ordo que no estuvo vigente ni en Roma ni en otras iglesias.

Marténe ha editado varios ordines (los IX.X.XI.XII) del siglo X, en los cuales los escrutinios ya han desaparecido; incluso el IX atestigua que todo se realiza en una única sesión.

En el siglo XI se generaliza la praxis del bautismo de los neonatos, originándose nuevas mutaciones en los ritos de la iniciación cristiana. De los ritos antiguos se conservan la mayor parte, aunque reducidos a una sola sesión; y se incorporan otros elementos nuevos, vg. la entrega del cirio, que había nacido en el siglo X. El cambio más importante radica en la separación habitual de la Confirmación y el Bautismo, puesto que, al ser éste quam primum, hacía imposible la presencia del obispo; y también de la Eucaristía, pues la nueva mentalidad exigía el uso de razón para recibirla.

De esos cambios —contracciones, extensiones y separaciones— es testigo el Ordo ad cathecumenum faciendum del Pontifical de la Curia del siglo XIII. El Pontifical de la Curia del siglo XIV une ya el rito del catecumenado al Bautismo mismo.

El año 1523 Castellani publicó el Sacerdotale Romanum. En él incluyó dos ordines bautismales: uno más breve y otro más largo, compuestos a base del Pontifical de la Curia.

Cuando en 1584 Santori publicó el Rituale Sacramentorum, designó como Ordo baptismi parvolurum al ordo breve de Castellani y Ordo baptismi adultorum al más largo.

La edición oficial del Rituale Romanum, promovida por Paulo V en 1614, incluye un Ordo baptismi parvulorum casi idéntico al de Santori. Dicho ordo ha venido usándose hasta fechas muy recientes y, como ha podido verse, es una mera adaptación ritual de los ritos del antiguo catecumenado y del rito bautismal de adultos. Este hecho es el que ha motivado la creación en nuestros días de un ritual verdaderamente adaptado a ios niños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario