El Credo: Profesión o Símbolo de la Fe

El Credo: Profesión o Símbolo de la Fe


El Credo es una fórmula de la profesión de fe cristiana. Lo llamamos así por ser la primera palabra de la fórmula latina: «Credo in unum Deum...», aunque antes que en latín estuvo en griego.

También se le llama “Símbolo”, que en griego significa resumen y contraseña; porque el Credo es un resumen de las verdades principales que profesamos los católicos, y porque además es el distintivo de nuestra religión ante cualquier otra.

Los apóstoles, cumpliendo su misión se preocuparon en proponer fórmulas breves y concisas a los que recibían la fe y a todos los fieles en general, o sea, el resumen o sustancia de lo que había de ser creído como revelado por Dios.

De aquí nació el más antiguo y venerable de nuestros Credos, el llamado «Símbolo de los Apóstoles», el que los catecúmenos debían recitar el día de su bautismo. Este, podemos decir, es el Credo por excelencia.

No obstante existen otras fórmulas del Credo. Así pues podemos señalar varios Credos:

El Credo ordinario, el que ya dijimos es el llamado «Símbolo apostólico o de los Apóstoles»,porque conforme a una antigua tradición se remonta a los Apóstoles, no sólo por la materia, en la cual no hay duda, sino acaso también por la misma forma, al menos en lo sustancial.

El Símbolo Niceno, compuesto en el Concilio de Nicea el año 325, para profesar la fe contra la herejía de Arrio. En este Concilio, que fue el I universal en la Iglesia, se condenó el arrianismo, que decía de Jesucristo que era la más perfecta de las criaturas, pero pura criatura humana y que no era Dios. El Concilio de Nícea, teniendo en cuenta el error condenado, hizo profesión expresa de fe, en este Credo, de la divinidad de Jesucristo, y así dijo: «Y un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, y nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz; Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no hecho; consubstancial con el Padre, por quien todas las cosas han sido hechas».

El Símbolo Constantinopolitano. Este fue compuesto el año 381 en el II Concilio universal de la Iglesia, que fue el Concilio primero de Constantinopla, convocado contra Macedonio que negaba la divinidad del Espíritu Santo, y por eso se añadieron al de Nicea estas palabras acerca del Espíritu Santo: «Señor y vivificador; que procede del Padre y del Hijo; que con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y conglorificado». De los dos anteriores, fusionados, surgió el nicenoconstantinopolitano.

Además de los anteriores podemos citar el Credo de Atanasiano, el del Concilio XI de Toledo o la profesión de fe tridentina. Actualmente Pablo VI propuso el Credo del Pueblo de Dios, que sucede a los demás. Este Credo, por decirlo con palabras de Pablo VI, «sin ser una definición dogmática, recoge en sustancia y en algún aspecto desarrollado en consonancia con la condición espiritual de nuestro tiempo, el Credo de Nicea, el Credo de la inmortal Tradición de la Santa Iglesia de Dios».

Símbolo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.

Credo Niceno-constantinopolitano

Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.

El Credo lo ha cantar o recitar el sacerdote junto con el pueblo los domingos y solemnidades(OGMR 68). También en ocasiones especialmente solemnes. Todos permanecerán de pie.

El misal ofrece las dos versiones: el credo apostólico o el nicenoconstantimopolitano.


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